Autora: Dra. Gilma E. Garrido

Fecha:

Categorías: En ConsultaMedicina Biológica

Compartir:

Otra mirada al cáncer

Otra mirada al cáncer

El cáncer es la primera causa de muerte no violenta en Colombia, según el Instituto Nacional de Cancerología. Los factores genéticos, pero sobre todo la modernidad, los hábitos de vida y los factores ambientales, se han constituido en aspectos determinantes para la aparición de enfermedades malignas; incluso la epigenética, rama que comprende los factores del pasado que se transmiten de generación en generación, ha posicionado este mal en el primer renglón de la mortalidad mundial.

Los avances de la medicina biológica molecular y la microbiología han logrado que el cáncer tenga un diagnóstico precoz y una alternativa de tratamiento más fisiológica.

Sin embargo, el cáncer es toda una experiencia de vida. Usualmente nos vemos ajenos a esta enfermedad, pero cuando tenemos que afrontar un diagnóstico como éste, no dejamos de sentirnos vulnerables, modificando nuestra sensibilidad y percepción del entorno. Asociamos este diagnóstico con el penoso sentimiento de perder la vida y de dejar atrás todo lo que amamos.

Pero ¿será que un diagnóstico médico y científico nos puede robar la ilusión de seguir disfrutando el placer de la vida o el darle un beso a un ser amado? O, por el contrario, ¿existirá la posibilidad de cambiar la historia, para darle más valor a lo que tenemos y que no veíamos? Demandamos una medicina que no sólo nos prolongue la vida sino que nos dé la esperanza de seguir viviéndola: la medicina natural.

Ralph W. Emerson (1803–1882) decía que el hombre muere por exceso de civilización y Hans H. Reckeweg (1905–1985) desde 1952 hablaba de las homotoxinas que afectan al hombre y generan enfermedades.

Actualmente sabemos, por evidencia científica, que las toxinas a las que nos enfrentamos pueden interrumpir la capacidad de reparación genética. Sistemas enzimáticos que eran capaces de arreglar una alteración genética, al día de hoy han perdido la batalla ante la contaminación medioambiental, nutricional y emocional.

Una oportunidad de valorar lo insignificante

Evidentemente, las únicas posibilidades que nos ofrece seguir prolongando la vida, frente a un evento de cáncer, son la quimioterapia y la radioterapia convencionales, las cuales son necesarias y la primera línea de tratamiento. Sin embargo, de alguna manera todos hemos vivido directa o indirectamente los efectos adversos que estas terapias conllevan. No existirá algún método que mitigue el dolor así como el terrible sentimiento emocional y físico que generan estas terapias.

El cáncer, una enfermedad multifactorial que nos enseña a vivir, que nos enseña a darle valor a las cosas que antes pensábamos insignificantes y que, tras la experiencia, se convierten en el centro de toda nuestra atención, merece una visión y un manejo integral que permitan soportar no sólo los temores y el dolor que la enfermedad genera, sino también los efectos secundarios del tratamiento.

Es hora de que la medicina convencional siga el principio que tanto promulgó de bienestar físico, mental y biopsicosocial, para que mediante una mirada y pensamiento abiertos comparta los avances de la medicina natural y otras medicinas complementarias, en aras de ofrecer a las personas que padecen enfermedades neoplásicas la posibilidad de tener otros horizontes y así aumentar su posibilidad de vida, y lograr reducir la mortalidad a causa de este mal.

Un oasis en medio del dolor

La medicina biológica ha surgido como una herramienta coadyuvante y muy útil para sobrepasar las penurias físicas y emocionales de las enfermedades malignas. El manejo de la carga tóxica mediante medicamentos naturales, los cambios nutricionales y el enfrentamiento de los hábitos de vida de manera diferente, permiten que los pacientes tengan la posibilidad de enfrentar menos efectos secundarios ocasionados por las terapias convencionales, así como mejorar su sistema inmunológico comprometido en tratamientos supresores.

El manejo del dolor se hace más eficiente y, por lo tanto, más tolerable; en ocasiones incluso es un visitante silencioso. La calidad de vida mejora ostensiblemente al intervenir sobre el terreno directamente, es decir, sobre la toxicidad propia del organismo, mientras se vive el reencuentro consigo mismo mediante un trabajo espiritual y emocional.

La frase usual “tiene un cáncer” es asumida como una sentencia de muerte, sin embargo, la vida se apaga dependiendo de la fuerza de la palabra, de los temores que nos aquejan y de la voluntad del universo ante la misión cumplida, mas no de un diagnóstico médico distante y contundente.

Es verdad que nuestro destino es la mortalidad; hemos nacido para morir pero también lo hacemos para luchar.

Por: Mónica Name, MD

 

Comentarios

Este articulo no tiene comentarios. Sé el primero en dejarnos un comentario...

Enviar comentario

0 / 280