Autora: Dra. Gilma E. Garrido

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Categorías: En ConsultaMedicina Natural

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‘Fiebre-fobia': Un miedo sin razón

‘Fiebre-fobia': Un miedo sin razón

Aunque muchos ven en la fiebre una enemiga y la atacan con todo tipo de medicamentos, se trata de una aliada del sistema inmunológico para potenciar una respuesta de defensa. Conozca por qué.

No existe un síntoma más reconocido de enfermedad que la fiebre, en especial en el paciente pediátrico. Su presencia y los mitos sobre su agresividad, sobre todo el posible daño en el sistema nervioso central han originado, con el paso de los años, un concepto nuevo en la práctica pediátrica conocido como “fiebre-fobia”. Este implica una exageración poco realista en la interpretación de la fiebre, especialmente en lo que hace referencia a sus causas y consecuencias.

La visión de la fiebre como un síntoma de urgencia o causa de enfermedad grave ha llevado a la deletérea conducta de atacarlo con todo un arsenal de medicamentos que derivan en el frecuente uso y abuso de los antipiréticos, sin siquiera tener en cuenta los intervalos en su administración.

También a la errónea utilización de antibióticos en enfermedades virales o problemas inflamatorios que no lo requieren y que, por el contrario, su uso indiscriminado genera susceptibilidad para adquirir enfermedades alérgicas como el asma, según la literatura científica actual.

Los especialistas en las prácticas pediátricas, sin quererlo refuerzan la idea de la gravedad de la fiebre y nos dejamos presionar por la insistencia paterna en aras de cobrar venganza contra un síntoma que lejos de ser un enemigo potencial es un aliado del sistema inmunológico para disparar una respuesta de defensa, así como para eliminar muchos factores que pueden llegar a producir enfermedades más graves.

La velocidad que experimentamos en la sociedad moderna evita la aparición de un síntoma transitorio y demanda medicamentos que corten de manera drástica su presencia, incluso encontramos en los supermercados múltiples medicamentos de venta libre para su manejo, sin seguir estrictamente sus indicaciones ni reconocer en ellos siquiera reacciones adversas.

La fiebre es un importante signo de una batalla entre un microorganismo (bacteriano, viral, parasitario, micótico) o un estímulo inflamatorio (dentición, trauma, estrés) y un huésped o ser viviente.

En otras palabras, deberíamos agradecer la capacidad que tiene el organismo para montar una respuesta febril que implica un adecuado funcionamiento del sistema inmunológico.

Desde la antigüedad, se ha considerado la fiebre como un factor benéfico y marcador positivo para la recuperación de la salud. Parménides (500 años a.C.) afirma: “Dadme el poder de generar fiebre y curaré todas las enfermedades”, concepto apoyado por Hipócrates (400 años a.C.), quien consideraba a la fiebre como el único medio para restablecer el desequilibrio entre los cuatro humores (sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra). Entonces, ¿en qué momento de la historia la fiebre se convirtió en un enemigo sin cuartel?

Los valores normales

La temperatura normal es controlada en el cerebro por el centro termorregulador, que se encuentra en el hipotálamo anterior y sufre muchas variaciones a lo largo del día. Los valores diarios dependen de los ciclos de sueño-vigilia. Los niños y adultos jóvenes tienen temperaturas corporales mayores debido a un gasto metabólico más grande. La práctica pediátrica asegura que los niños de hasta aproximadamente los cinco años de edad pueden presentar incrementos de la temperatura en horas de la tarde o la madrugada, considerados normales.

En términos generales, y según muchas publicaciones científicas, se considera fiebre a la temperatura medida con termómetro axilar mayor de38 ºCy con una duración no inferior a los tres días.

Los episodios febriles menores de cuatro días en un paciente con sistema inmunológico normal, sin deficiencias, deben ser tratados de manera expectante con medicamentos sugeridos por medicina natural y que disminuyan la temperatura, tales como los baños con agua tibia, liberarlos de ropa en espacios cerrados libres de corrientes de aire, ofrecer líquidos en suficiencia y en lo posible utilizar medicamentos caseros para modular la respuesta febril inflamatoria sin bajar la fiebre a valores a veces subnormales, es decir, que no se debe suprimir la respuesta.

Las consecuencias de un estado febril se limitan a la incomodidad del paciente, posible deshidratación y somnolencia.

La convulsión asociada a la fiebre ocurre entre un 2 y 4% de los niños de seis meses a cinco años de edad por una susceptibilidad individual, sin embargo, ésta no genera daños neurológicos, no condiciona enfermedad epiléptica posterior ni cuadros infecciosos del sistema nervioso central como la meningitis.

Sólo un signo

Los efectos benéficos de la fiebre superan con creces las consecuencias descritas. La fiebre prepara al organismo para su defensa promoviendo el aumento en la migración de neutrófilos, la destrucción de las partículas nocivas.

El aumento de sustancias antibacterianas sube la producción y actividad del interferón contra los virus y otros patógenos, disminuye la capacidad de multiplicación de los microorganismos, fomenta la autorregulación del organismo y acrecienta la proliferación de los linfocitos T, que son células de la defensa inmunológica. Así mismo, favorece el drenaje y la eliminación de partículas virales y bacterianas que de otra manera –al suprimir la fiebre–, quedarían en el organismo latentes para producir enfermedades.

En conclusión, la fiebre no es una enfermedad, es un síntoma de un proceso infeccioso o no infeccioso, es decir, una respuesta inflamatoria en curso.

La labor del pediatra consiste en el seguimiento del paciente y en contraatacar la fiebre-fobia mediante una adecuada información a los padres, la orientación para el adecuado uso del termómetro y la indicación de las medidas terapéuticas generales. Recordemos que la fiebre es una aliada y que la utilización temprana de antibioticoterapia o el abuso de los antipiréticos generan más riesgos que beneficios.

Por: Edda Medina c.
Pediatra Intensivista

 

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